Lo que da sentido a nuestra práctica diaria es el alumno o la alumna. Ponemos a la persona en el centro, buscando su pleno desarrollo; físico, intelectual, psicológico y emocional. Dando una importancia vital a las experiencias y vivencias internas.
Se nos exige capacidad de adaptación rápida a este siglo XXI tecnológico, cambiante e incierto en el que vivimos. En estos tiempos predomina la improvisación y pone a prueba constante nuestra capacidad de adaptación al cambio.
Hoy, las emociones internas del ser humano parecen haberse olvidado. No hay tiempo para las cosas humildes y sencillas. Pero nosotros seguimos creyendo, como dice una canción de Mikel Markez, «la belleza está en las cosas sencillas y la serenidad en las cosas simples».
Por eso, en nuestro colegio, comenzamos la mañana centrándonos en las emociones. Tenemos claro que esta es la base, porque si las emociones se refuerzan, conseguiremos un desarrollo real y completo del alumnado.
Cada mañana, desde este espacio de reflexión tratamos de mirar la vida y fijarnos en distintas formas de vivir. Los silencios que crecen en el interior de uno mismo, nos invitan a ser una persona para los demás, como nos enseñó Arrupe. Así nos preparamos para ser personas responsables, generosas, felices, seguras, agentes-sociales, para y con los demás.
Para enfocarnos en este objetivo, en todos los cursos desde Educación Infantil hasta el Bachillerato, empezamos cada mañana con respiraciones, contemplando imágenes, con canciones, frases significativas, cuentos, noticias, entre otras, para empezar el día con sentido común.